Hace unos años, yo era
el primero que cuando oía hablar de nuevos paradigmas me ponía muy nervioso
porque pensaba que ya estábamos en lo de siempre: teorizando sobre cambios en
la forma de organizar las empresas, los puestos de trabajo, los sistemas
retributivos y otras cosas que ya no me interesan tanto.
Mi percepción sobre la
necesidad de un verdadero cambio de paradigma, ahora si inevitable, cambió con
el estancamiento de los salarios, se acentuó con la crisis del 2008 después de
quince años de una bonanza que parecía inagotable, se multiplicó con la
necesidad urgente de una reorientación del propósito empresarial más allá de
los beneficios, y ha explotado definitivamente con la crisis del COVID19.
Y es que las personas
son verdaderamente lo más importante para las empresas, porque ellas son la
empresa; los salarios deben contemplarse como algo más que una cifra en euros a
final de mes; el propósito empresarial debe alinearse con las necesidades del
planeta y de las personas y el COVID19 nos debe hacer reflexionar sobre la
relación entre el trabajo, la vida, y la gran importancia de las dos cosas.
Ni el teletrabajo, por
ejemplo, es la panacea, ni empeñarse en una cultura presencial a toda costa
tiene sentido. Tenemos que buscar el justo equilibrio.
Tampoco las empresas sin
beneficios tienen sentido ni futuro, así que es necesario que los haya, pero no
practicando la clásica cultura de suma cero, o que para ganar dinero haya que
bajar los salarios, o destruir el medio ambiente o simplemente adueñarse de la
vida de las personas y de sus familias a base de una conciliación inexistente. En este sentido cada vez son más las empresas certificadas BCorp, de lo que me alegro.
No es casualidad que
incluso en el tradicional y técnico mundo de la ingeniería se despierten,
también ahora en España, las conciencias, respecto a la Certificación
Profesional Engineer, que otorga la Agencia de Certificación de los colegios de
Ingeniería, la AQPE, donde además de conocimientos y experiencia se certifican
los ingenieros e ingenieras que demuestran competencias tan importantes como la
comunicación, la gestión de personas o la ética profesional.
La verdad es que es todo
muy complejo y además va muy rápido porque todo este cambio navega en un
proceso de digitalización del que todos hemos oído hablar pero que cuesta de
“aterrizar” de forma práctica en la empresa en muchos casos.
Cuando escuchamos a los
grandes gurús de tendencias en materia empresarial recibimos mensajes que van
calando en nuestro interior como empresarios o como directivos, que, muchas
veces, por su distancia a nuestro día a día, lo que hacen es crear un escenario
de confusión que nos impide ver muy claro por dónde empezar.
Como siempre no hay
recetas, ya lo sabemos, pero humildemente me permito sugerir cuatro iniciativas
que nos pueden situar un paso más adelante donde volver a pensar.
En cuanto a los salarios
recordar que: un buen jefe es salario, y no hace falta que nos digan que
significa ser un buen jefe, porque en nuestro interior todos los sabemos. Así
como que un buen ambiente de trabajo es salario. Como lo es la flexibilidad
laboral, trabajando o no a distancia. Ni mucha ni poca flexibilidad, la
suficiente como para permitir a nuestros colaboradores tener otra vida. La
comunicación, los valores, y finalmente el salario, son salario. Este último equitativo,
interna y externamente, y adecuado y sostenible para el puesto, para el empleado
y para la empresa.
Por otro lado, ya es hora de dejar de pensar los procedimientos orientados a los malos, que seguro los hay. Los buenos son mayoría y ni llegan tarde, ni roban los bolis, ni son incapaces de mejorar su puesto y además tienen valores. La mayoría digo. Y si les damos confianza conseguiremos su compromiso con el proyecto.
Respecto al propósito
empresarial, también muy relacionado con los valores, es tan fácil como decidir si con
nuestra empresa queremos participar de un futuro mejor para todos o simplemente
ir a lo nuestro mientras dure. Y digo mientras dure porque las nuevas
generaciones de clientes son cada vez más receptivas a las empresas que se
preocupan por sus empleados, sus proveedores y su impacto ambiental y que
buscan formas más sostenibles para resolver sus necesidades.
Y hablando del virus,
está claro que se han demostrado cosas que intuíamos como, la fragilidad del
sistema, la dificultad para alinear voluntades que no sean para desarrollar el
primero la vacuna, las fortalezas y las debilidades del trabajo a distancia, la
necesidad de reinventarnos en términos de dependencia, del cuidado de las
personas, la logística industrial y comercial o la movilidad de personas y
cosas. Frente a lo cual disponemos únicamente de nuestra capacidad de
adaptación, flexibilidad, imaginación y talento para reinventarnos. Y probablemente
solo sobrevivirán son los que lo hagan.
Finalmente, hablando de
digitalización, hago mías algunas ideas de buenos pensadores que nos rodean,
alguno de ellos habitual de estos foros, cuando dicen que lo primero que hay
que entender es al cliente y hacer fácil y a un clic todo lo que nos relaciona
con él, adelantándonos a sus necesidades y utilizando los grandes recursos del
IOT, BD y AI, cada uno en su nivel de posibilidades de captación de datos,
capacidad de análisis y recursos disponibles.
Lo de “se hace camino al andar”,
como decía hace cien años el poeta, seguro que no estaba pensado para las
empresas, pero para mí que aplica perfectamente porque, mientras pensamos qué
hacer, esto corre que se las pela. La gente con talento, el calentamiento
global, nuestros clientes y la competencia.
No sirve correr sin rumbo ni tampoco
quedarse parados. Tienen que empezar a cambiar, los que no lo hayan hecho.
Un abrazo
Francesc